“En los últimos años ha proliferado el uso, y hasta se podría decir el abuso, de la terminología científica y técnica, tanto en la prensa, como en la música, la literatura, el cine, la publicidad… Y así, la bilirrubina se convierte en el estribillo de una canción de moda, El péndulo de Foucault y El efecto Doppler son los títulos de dos novelas de Umberto Eco y Jesús Ferrero, respectivamente; Supernova es el título de una película comercial, los chistes de los periódicos se nutren con frecuencia de términos científicos y técnicos, como antiprotones y antineutrones, agujero negro, big bang o ácido desoxirribonucleico; quasar y p son los nombres de dos colonias para hombre, la casa Volkswagen anunció hace un tiempo uno de sus modelos de automóvil con la imagen de la oveja Dolly y otro con el eslogan «¿Química o Física?». Incluso, hace unos años, cuando empezaba esta moda imparable, el diario El País calificaba al premio Nobel Derek Walcott de «supernova del firmamento literario», sin tener en cuenta el verdadero significado del término: «estrella desaparecida por explosión tras liberar gran cantidad de energía».”
De El español, lengua de comunicación científica
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